Elena y Arturo eran un matrimonio normal que vivía felizmente en el centro de Madrid. Elena tenía treinta y nueve años y Arturo ya había sobrepasado la cuarentena. Se casaron muy jóvenes y tuvieron hijos muy pronto, Carlos y Abel, de dieciséis y dieciocho años cada uno. Elena era profesora en un instituto y Arturo trabajaba como representante para un laboratorio farmacéutico, por lo que frecuentemente se hallaba de viaje. Cobraban buenos sueldos, carecían de problemas económicos, sólo la hipoteca y las tarjetas visas, y solían romper la monotonía del matrimonio con continuos viajes al extranjero.
Su mente se distrajo con la reducida criatura que arrullaba entre sus delicadas manos blancas. Al ver los hermosos camanances en el rostro de su bebé, divagó sutilmente entre duraznos y melocotones llenos de pelusa canche; dejó de lado todas las penas que había superado anteriormente; sus amores fallidos, falsos y engañosos; sus miedos grises de adolescente voluble; la histeria de sus aventuras con sus frenéticas amigas. Su felicidad radicaba en esa diminuta persona, de piel tersa, límpida, tan blanca como ella misma. No importaba que ella se sintiera tan joven, tan inexperta; se intuía una madama valiente y decidida. Su pequeño Leonardo impulsaría el motor de su biografía de ahora en adelante. En el mismo instante, Kevin dejó la moto en el garaje, su semblante mostraba el cansancio de un día recorrido sobre el laberinto de asfalto, esquivando los vehículos, tratando de llegar a tiempo a cada destino. La autopista hacia el éxito, cualquier cosa que esto sea, no iba a estar despejada, pero los tres estaban juntos; a estas alturas de su supervivencia, significaba una ganancia fenomenal para todos.
A lo que Lizzy le dijo que yo no bailaba que así que no sabia mas de lo que ella conocía hasta antes de que fuéramos novios y de los que las compañeras comentaban, por cierto, le dijo ella, donde tu te hospedas ahí junto al hotel esta individuo que dicen que es bueno solo que es algo fresa. Él pidió ir ahí sino era molestia y me miro a mi, Lizzy no dijo nada y sentí la boicot, dije claro que SI. Al acceder lo típico de esos lugares de moda que hay cola para acceder. Él astutamente fue donde quien decide quien entra y le dijo poco y luego llego él licenciado y nos dijo, listo vengan, lo seguimos y nos dejaron entrar. El lugar lleno, es, pq aun existe, un lugar no tan grande y al ser de moda, no se si aun lo es eso no importa, hacia que estuviera llenísimo, sin mesas. En cualquier momento una pareja o cliente circunstancial podía contagiarme una achaque grave, o hasta incuso incurable, por lo que debía evitar ser una callejera que recibía pija o nabo por todos lados, por unos míseros denarios. Con estos pensamientos, ya en la habitación suspiré profundo, Me tiré en la cama y dormité casi hasta medio día. Me contestó debía consultar con sus abogados y me pedía no iniciara una acción precipitada, y quede tranquila todo se iba a arreglar satisfactoriamente. Aunque era neófita respecto al dinero, acorde a mis conversaciones con las otras domésticas, creía saber yo debía recibir cuota para pagar renta, cuota para comer y vestir mi hijo y yo, todavía los gastos médico, pediatra y otros que irían viniendo.
Sin embargo, surge una tensión repentina que termina revelando un hecho muy lacerante del pasado. Capítulo 5—Siempre estaré a tu lado, mi amor Richard llegó a tiempo a su llamado al estudio de filmación. En cuanto entró, se encontró ahí con el alturas de la producción, a quienes saludó cordialmente. El staff le empezó a dar las indicaciones sobre lo que realizarían. Bien, señores, vamos a debutar con este ensayo, por favor— anunció el director y todos asintieron. Empero bueno, no me hagas caso, déficit ser sólo mi impresión personal— añadió ella. Aunque bueno, yo no tengo problema con los espacios cerrados— dijo Richard —aunque, seguro que las locaciones donde han estado filmando desde hace pocas semanas han sido mucho mejores— agregó sonriente. Ya llevamos un mes y medio desde que comenzamos esta producción— explicó ella.
